A menudo los padres y madres me preguntan si su hijo/a tiene que ir a terapia porque ha fallecido un familiar, o porque ha tenido una pelea en el colegio, o bien ellos se están separando, o alguno ha perdido el empleo, etc. La respuesta les sorprende casi siempre: no. Porque se hayan dado estas circunstancias en la vida de tu hijo/a, no tienes que consultar con un psicólogo. Sí es aconsejable pedir una primera cita con una psicóloga infantil cuando veas alguno de estos cambios en su comportamiento: duerme peor, está estresado, tiene ansiedad, deja de querer ir al colegio, deja de comer, se le cae el pelo, no quiere salir con los amigos, tiene pensamientos obsesivos, miedos que antes no tenía, ha vuelto a hacer cosas que ya no hacía como chuparse el dedo, hacerse pis en la cama o querer volver a dormir contigo por las noches, etc.

 

El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional

No se trata tanto de lo que suceda en el entorno de tu hijo, como de lo que él haga con ese suceso. Pueden darse acontecimientos importantes, como el fallecimiento de un familiar, el nacimiento de un hermano, una mudanza o un divorcio, y que los niños no hagan ningún síntoma al respecto. Aquí también funciona la máxima: el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional. Puede que, con sus propios recursos, sean capaces de inventar algo que les permita seguir adelante. O puede ser que, a raíz de estos sucesos, comience a hacer cosas que no había hecho antes; que aparezcan tics, que bajen las notas del colegio, que pierda interés por una actividad que antes le encantaba o que, de pronto, se convierta en un niño o niña muy demandante, irascible o agresivo. Como decíamos antes, si comienza a mostrar una sintomatología que antes no tenía, y eso se mantiene en el tiempo, este será nuestro indicador de que, con sus recursos, no ha podido seguir adelante y necesita la ayuda de una psicóloga infantil.

La importancia de una consulta de una psicóloga infantil

También puede suceder que no haya hecho nada significativo a pesar de acontecimientos familiares estresantes o incluso traumáticos, y, ante un suceso que a nuestros ojos puede parecer nimio, como llegar cinco minutos tarde a recogerle al colegio, se desencadene una reacción de ansiedad desproporcionada que le lleve a un estado de pánico incomprensible desde fuera. Puede aparecer un miedo a que a sus padres les pase algo, a ser abandonado, o miedos irracionales que son incluso difíciles de expresar. Si sucede esto, son indicadores de que algo no anda bien y que es necesario intervenir; solicitando una primera consulta con una psicóloga infantil.

Asimismo, los cambios pueden darse por el propio desarrollo del niño o niña, sin tener que ver con sucesos externos. Por ejemplo, entrada la pubertad, con ocho o nueve años, tu hijo te repite a menudo que está muy preocupado por el colegio, por la abuela, por las catástrofes naturales, etc. Tú le escuchas, le das argumentos para que se tranquilice, abordas el tema con clama, pero pasados unos días, el tema vuelve a salir. Lejos de relajarse con la información que le has dado, le surge una nueva preocupación, una nueva pregunta. Cada nueva pregunta le lleva a estar más y más inquieto, a dormir peor, a preguntar más compulsivamente. Empieza a tener dificultades para relacionarse en el cole, a responder irascible, a comer peor… Ahí también es recomendable consultar con una psicóloga infantil.

Las niñas y los niños están inmersos en una etapa de crecimiento que no se repetirá igual en otros periodos de sus vidas. De la misma manera que los pediatras monitorizan el crecimiento infantil, a nivel psíquico se dan cambios muy importantes en estos años y a veces es necesaria la psicoterapia infantil para ayudarles con algunos aspectos propios del crecimiento. Hay modificaciones a nivel subjetivo que pueden inquietarles. Hay cambios en la pubertad que van a modificar la forma en la que se relaciona tu hijo o hija con el mundo. Aparecen conductas agresivas en los niños cuando antes no las había, conductas oposicionistas, intereses que preocupan a los padres. Cuando aparecen esos malestares que no son transitorios, que afectan al día a día de tu hijo o hija y que le conllevan un sufrimiento notable, es el momento de iniciar una terapia infantil. También es el momento de consultar si somos nosotros los que estamos inquietos con esas novedades, a veces una consulta de los padres deriva en psicoterapia, pero otras veces lo que necesitábamos era solo hablar con un especialista. Como padres y madres tenemos un compromiso con la crianza y la educación de nuestros hijos e hijas, pero a veces surgen dificultades que no está en nuestra mano solventar y, en esos momentos, buscar una psicoterapeuta es un síntoma de que conocemos nuestras limitaciones y sabemos pedir ayuda.

El malestar psíquico no debe de ser habitual

Nos puede servir de guía lo siguiente: no es normal que un niño se tenga que quedar en casa por estar enfermo a menudo a menos que tenga un diagnóstico que así lo justifique. El malestar psíquico no debe ser habitual, sino puntual. Hay sucesos que no se pueden prever, experiencias que uno debe tener y que resultarán difíciles, pero no se dan con asiduidad, ni de forma periódica. Una niña o un niño sanos duermen, comen, van al colegio y juegan con ganas, hablan y cuentan las cosas que les han sucedido a nosotros o a otras personas, expresan sus dudas y sus miedos, se divierten, piden cariño al adulto de diferentes maneras y, ante sucesos desagradables, los afrontan y siguen adelante. Si notamos que alguna de las áreas está afectada de manera reiterativa, que su humor se oscurece, que tiene más rabia de la que es esperable, más nerviosismo o que la tristeza le dura más de lo razonable, es necesario consultar a un especialista.

Si tu hijo o hija está pasando por una situación así, le puedo ayudar. La psicología clínica infantil ha demostrado su utilidad a lo largo de décadas. Puede iniciar una terapia psicológica conmigo, soy doctora en psicología, psicoanalista infantil y ejerzo la psicoterapia en Madrid, te animo a consultar.

 

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